Es común escuchar distintas valoraciones después de cualquier comicio que se organice. Se oye interpretar con insistencia los que los ciudadanos han decidido. Frases del tipo: «la ciudadanía ha querido otorgar la mayoría absoluta a X», «los ciudadanos quieren un gobierno de izquierda/derecha», «el pueblo quiere que se pacte». Ante la subida de un partido, dice su responsable: «el pueblo ha querido que seamos decisivos». Otro líder dice: «tenemos cinco mil votos menos pero hemos subido por lo que el pueblo nos legitima para que gobernemos» o «el partido P ha visto reducido sus apoyos por lo que no debería de gobernar». Por mucho que busco en las papeletas, no encuentro ninguna opción que me permita decir si quiero que el partido por el que voto obtenga mayoría simple, absoluta, que pacte o que gobierne. ¿Quizá esté votando mal? ¿Me habré perdido algo?
Cada ciudadano ejerce su derecho al voto pensando que es la mejor opción. Su valoración no puede ser interpretada puesto que no proporciona datos sobre el sentido de su voto, más allá de una preferencia binaria. Elige una papeleta, una lista cerrada, y la deposita en la urna. Muchos ciudadanos, estoy seguro, no desean que el partido por el que votan obtenga la mayoría absoluta. Sin embargo no está en sus manos. El resultado es una estadística que nos indica que un número de electores determinado ha preferido a tal o cual partido pero, por mucho que se empeñen los políticos (los nuevos también), no define el significado posterior. Se puede dar el caso en que muchos votantes hayan tenido una difícil elección y se hayan decidido por una opción pese a su simpatía por otra lista. Supongamos que todos ellos optan por el mismo partido. Podría obtener hipotéticamente el treinta por ciento de los sufragios y el otro un dos por ciento que lo deje fuera del parlamento. La lectura política sería que éste último ha sido castigado por los votantes, pese a tener la simpatía de un gran número de ellos que, sin embargo, se decantaron por otra opción política.
El resultado, obviamente, sí que determina las posibilidades de gobierno posteriores. Interpretar o valorar dichas posibilidades es justo y se hace en función de la estrategia o ideología de cada formación, pero deducir a partir de un voto no valorado todo lo que los ciudadanos en su conjunto han querido decir, como si fuese un ente pensante único en lugar de una suma de voluntades expresada en forma de voto unipartidario no es más que una falacia, una falta de respeto al pueblo y un acto de paternalismo inaceptable.
Dejen Vds de interpretar y dedíquense a evaluar sus posibilidades post-electorales. No usen al pueblo para sus estrategias ni como excusa. No les pertenece.
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