Hace años uno de los políticos más grandes que ha dado Aragón, pese a que quizá nunca haya sido lo suficientemente valorado, me comentó que con cada éxito del Zaragoza el aragonesismo subía varios puntos básicos. Esta noche se jugará el primero de los dos partidos que decidirán el ascenso a primera división. El zaragocismo se ha despertado de su letargo inducido. Volveremos a ver niños con la camiseta blanquilla, rojilla o avispa. L@s abuel@as que no entienden de fútbol comentarán el resultado con sus hij@s y niet@s.
Se respirará fútbol de nuevo. Lo que es dudoso es que el éxito, si lo hay, favorezca esta vez al aragonesismo político. Nos consta que la extrema derecha controla grupos de animación – claro eufemismo – que han canalizado una forma mal entendida de amor a unos colores. El proceso soberanista catalán ha contribuido, por oposición, a la identificación con España de una parte del aragonesismo que solo se entiende a sí misma como contraste de lo catalán, siendo este rasgo la única seña de identidad que les define. Pueril y primario pero efectivo, éstos son los resortes que mueven a nuestra sociedad. Se buscan soluciones rápidas e inmediatas, se valora el efectismo frente al trabajo de fondo, el ruido frente a la discreción y el corto frente al largo plazo. Se toma partido sin reflexionar sobre las consecuencias. Se generan frentes contrapuestos. Triunfa el conmigo o contra mí. La catarsis del éxito puede incorporar más ciudadanos que suavicen las posiciones y permitan recuperar para toda la sociedad uno de los grandes símbolos de nuestro pueblo que, si nos atenemos a lo aparente, habíamos dejado en manos de unos cuantos cerebros rapados.
Aúpa Zaragoza y que ruja el león.
Sé el primero en comentar en «El Zaragoza y la catarsis»